Hoy me he levantado feliz. No es un día extraño, ni especial. Es domingo y estoy sola en mi piso de Sevilla, ayer me dejaron tirada y hoy me dispongo a pasar el día en soledad acompañada simplemente de mi agradable compañía. Estoy escuchando un disco que se llama Iola, que me transmite una energía y unas ganas de vivir, de trabajar y sonreír que nadie es capaz de saber, nadie que no sea yo misma. Esta mañana, después de una intensa semana de sueños y de reflexión constante, mi bendita cabeza llega a esas conclusiones que desde hace tanto esperaba de ella. Pero estaba un poco débil (está comprobado, depresión post-erasmus según la encuesta a todos aquellos estudiantes que este año andan o reventados sin saber si quieren morir, o de continuación con dicha increíble vida) y, bueno chica, te lo perdono.
De todas las cosas nuevas que me he planteado este año, encuentro hoy respuestas que me hacen sentir bastante orgullosa de mí misma y que estoy segura que me ayudan a crecer como persona y a ser un poquitín más sabia, a tener algo más de experiencia. El año pasado fue el de ver, y absorber todo cual esponja; este es el de pensar y reflexionar sobre todo aquello que vi. Gracias a la vida por haberme hecho cruzarme en mi camino con esas personas; por otro lado echarle un poco la bronca por aquellas con las que no me dejó cruzarme al volverme a veces tan introvertida en mí misma (semanas sin apenas salir de mis cuatro paredes sólo nutriéndome de información por esta maldita pantalla).
Al fin y al cabo, los años pasan y descubres cómo eres, que simplemente has ido cambiando de amigos porque constantemente necesitas crecer. Y vas evolucionando a como realmente quieres, y aunque están esos que se conservan siempre, los demás van y vienen en un vaivén, porque así es la vida y nunca me dio pena, al revés; es una de las cosas más maravillosas que tiene...el conocer uno a todo el que pueda, todo lo que pueda. Sin esa visión no habría habido millones de días, tardes o noches loquísimas, para escribir una trilogía ya por lo menos...si es que la felicidad son momentos....Y a veces duran bastante.
Entiendo esta época como la transición, y es por ello que está siendo tan difícil. No obstante, día a día, comienza a atisbarse la luz al fondo del túnel. Y la luz brilla con una intensidad que me deja ciega. Menos mal que me quedarán los demás sentidos. Al final todo consiste en adaptarse a las curvas sin venirse abajo...
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