miércoles, 21 de enero de 2015

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Simplemente, venía cansada del camino; se podía contemplar en las facciones, en cada marca destensada de su tersa tez, en el color de sus ojeras tintadas de un claro beige que no ocultaba las desmesuradas bolsas marcadas que arrastraba. Como en una sopa de letras, las venas ordenaban letras formando palabras: sufrimiento, tesón, perseverancia o coraje. Coraje, porque no sólo había sido capaz de superar todas y cada una de las pruebas (con más o menos éxito, pero superadas) de ese largo viaje que tanto había durado y tan largo había sido. Una vez parada, llegada a su destino, sólo podía pensar en los buenos momentos y las amarguras llegaban a saber a dulce, aunque quizás más de bollería industrial que a buen dulce casero. Y descubrió de ese sabor una de las claves del misterio.
No podemos creer que los hechos no nos marcan. No tenemos derecho a pensar que nuestro caparazón es de acero... Ni a sonreír cada segundo de nuestra lorta vida. Hay que saber sufrir, porque si no lo hacemos conscientemente, lo va a hacer nuestro subconsciente, y no seremos capaces de manejarlo, por lo que la solución es mucho más complicada.
Ahora, en el final del camino (lineal) piensa que ya no hay más caminos que seguir, que ahora está por delante la selva y el camino más salvaje lo determina la ausencia de barreras; la dirección, eso es cosa de aves...
Pero no lo somos puesto que no tenemos alas físicas. Esto es mucho mejor, porque las alas no se ven pero pueden llegar hasta el pico más escarpado, simplemente deseándolo y agitándolas.
Si quieres tenerlo todo, simplemente no desees nada; de esa forma todo parecerá un regalo a agradecer y por el que sonreir. Si algo no te sale bien, ¡Grita! Sácalo cuanto antes de tu interior. Lucha por lo que quieres. Los luchadores siempre consiguen sus objetivos.
Nunca se aprende más que en los momentos de adversidad, tocar fondo significa tocar el alma para que esta se ensanche.
Después de recorrer el camino, giró levemente la cabeza en un ademán de mirar atrás...cuando, de repente, vinieron a su cabeza sus últimas paradas de vuelta, en las que había recordado cada una de sus aventuras sacando lustrosas conclusiones y aprendizajes. Y no titubeó; simplemente miró al frente y decidió adentrarse en la selva, ansiosa de nuevas aventuras.