sábado, 14 de febrero de 2015

-Dime, ¿qué ves?

Veo un cielo oscuro. Cargado de estrellas, las cuales brillan como si alguien las hubiese pulido durante décadas incesantemente; cargadas de esperanza y ritmo acompasado cual tambor en una diana. Veo cómo sonríen, contentas de que por fin haya reparado en ellas; toda la vida ahí, encima mía, y yo sin dignarme a levantar la vista.
Cada estrella me envía tímidamente un coqueto mensaje. Qué mas da que te juzguen... Eres quién eres, y, si tú lo sabes, con eso basta y sobra, porque al final quien de verdad sea importante, llegará al fondo de tus entrañas y será capaz de comprenderte como tú misma lo haces. De qué sirve suspirar, si la vida te ofrece aire constantemente; no pidas más del que se te da.
Una de las bellas estrellas ha caído; justo estaba mirándola y, tan tímida como ninguna otra, ha decidido huir. Qué cobarde, pero qué bella imagen esa luz, disolviéndose en la nada del universo... Cinco segundos después de la desaparición, la estrella es inevitablemente olvidada, hay aún miles de ellas brillando, qué estampa tan sobrecogedora...
Mirar a las estrellas siempre incita a reflexionar sobre el sentido de la vida. Cuán ínfimas parecen, cuán enormes resultan ser...qué importantes nos creemos que somos, pero qué insignificantes resultan nuestras existencias. Ellas parecen conformadoras de una unidad, no obstante, se encuentran a miles, millones de kilómetros entre sí. Qué cerca nos encontramos unos de otros y qué lejanos nuestros corazones, castigados por la frialdad de la sociedad en la que nos hallamos inmersos. Qué bonito sería poder tocar un alma en sus entrañas más profundas, qué bonito podría llegar a ser fusionarse dos en uno. Las yemas comienzan a tocar levemente la superficie, para ir adentrándose en la carne hasta acabar penetrando los huesos y bailar al son del unísono.
Qué leve resulta a veces vivir, y qué pesado otras tantas. Qué suave y dulce el sabor de unos labios que piensan como los tuyos, pero qué desafío encontrarlos...
Veo el infinito. Veo todo, y veo nada. Pero ya no me asusta. Es tan precioso como este cielo estrellado que se despliega ante mis ojos. De repente, reparo en un punto que brilla tímidamente escondido entre aquellos cuyo resplandor es aún mayor. Y mis ojos se reflejan en él. Qué tonta yo, que no me había dado cuenta...de que las cosas menos evidentes son las más claras y concisas.

lunes, 2 de febrero de 2015

Deja de pincharme, por favor

Quizás un pozo. Oscuro y profundo. Te asomas, y la oscuridad se apodera de tus entrañas, te aspira hacia el interior con ímpetu y provoca cortes de digestión y complicaciones respiratorias. Todo no van bien, para qué vamos a engañarnos. En carne viva mis entrañas gritan de dolor. Porque anímicamente la vida es más que un vaivén, es un huracán, el tobogán más empinado de la historia. Porque duele. Y sigue doliendo. Y en esta soledad y retraimiento, no deja de doler.