viernes, 5 de septiembre de 2014

Septiembre después de verano

Dicen que la vida está cargada de pruebas, pruebas que, como seres humanos que somos, debemos superar con el fin de crecer, hacernos mejores almas hasta lograr tener los conocimientos suficientes y el saber estar; entonces, y sólo entonces, la misión estará cumplida.
Hay por tanto pruebas y pruebas; unas nos hacen correr peligro, otras nos obligan a tomar decisiones, otras nos hacen sufrir...la mayoría de las veces las superamos. Pero hay otras en las que no. Cuando eso ocurre, las compuertas se cierran y uno no deja que las cosas fluyan, nos bloqueamos y nos encerramos en nuestra cueva interior, esa que realmente nadie ajeno conoce, solo uno mismo y que a veces ni eso. La cueva es oscura, y llena de eco. Cada palabra retumba con pesadumbre y se repite miles de veces; está tan herméticamente cerrada que el sonido nunca deja de retumbar, y uno empieza a volverse loco.
La oscuridad no nos deja ver la puerta que abre al Universo de la verdad, y día a día las barbas crecen y se va adquiriendo un aspecto de ermitaño; lo peor es que no solo es el aspecto, sino en el corazón azul que está teñido de negro; cuan imaginaria es la cueva y cuan oscura se proyecta.
Hoy en día la red muestra unas conexiones imaginarias que no son reales por la ausencia de la persona; en el caso de la cueva la realidad existe de la misma forma, es decir, de ninguna. No existe.
Vivimos en un mundo lleno de complejos e incluso la gente que huye de ellos se ve arrastrada y sufre de los de los demás. Vivimos en un mundo de sentimientos tan palpables que apabullan y erizan pieles. Se huele el miedo, el dolor, la inseguridad, el egoísmo. Se transmite amor y también paz. Pero sobre todo, se transmiten las olas. Las olas de locura. Una locura aparece en la mente de una persona pero posteriormente comienza a crecer y acaba llegando a cada rincón y danzando, rompiendo fuertemente cuando su fuerza se acaba. Para transformarse en otra ola. La mente necesita siempre buscar una pregunta. Pero no merece la pena multiplicarla de forma exponencial. El corazón que intenta mantenerse puro comienza a flaquear, Hasta él siente que sucumbe.
Pero como olvidar que las pruebas llevan tras de sí una enseñanza, Y es aquí donde se enciende la famosa bombilla, esa que llamamos idea y que, cual candelabro, nos trae la luz que nos muestra la puerta por la que por fin saldremos de la cueva. Como está establecido, las ideas se caracterizan por provenir de una entidad concreta, y como es mi cueva, es mi idea. Y esta idea...todos sabemos de dónde viene, para qué entrar en detalles.
Un esfuerzo sobrehumano en el que a veces nos vemos envueltos.