jueves, 17 de noviembre de 2011

Sen

Cuando el otoño posa sus piececillos sobre el hastío albero con montañas de materia orgánica e inorgánica, todo se vuelve más húmedo, como más musgoso. Un día, alguien me dijo que para toda emoción, objeto, o cualquiera cosa que pudieses imaginar, existía una palabra que era capaz de lengüificar hasta lo más abstracto. Pero eso no es verdad. ¿Con qué palabra se define el sentimiento que produce estar en un espacio de inmensas dimensiones después de haber estado en un húmedo parque al sol de las 4 de la tarde, sentado sobre unos utensilios fabricados y famosos? No es relax, tampoco tensión, ni asombro. A todo esto, no es la primera vez que me pasa, cuando entro en un gran edificio, tengo una sensación extraña y diferente a las demás, que se ha convertido en mi mente en un sentimiento, hoy que me di cuenta, sin nombre. ¿Cómo se llama? Tengo que pensar en algún nombre para ponerle a ese sentimiento. Cuando el arte de construir se convierte en una pasión, aparece en la persona la necesidad de una lingüística muy específica que sea capaz de expresar correctamente lo que se busca decir. Quizás esto sea simplemente una tontería. No sé.

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